Por las calles iba corriendo un joven castaño de unos doce años que llevaba el apellido Gremory, con muchas ganas de visitar a sus parientes. Eran las calles de japón y a diferencia de muchas otros países, parece que es un país muy seguro como para que un menor de edad ande solo. El jovencito llego hasta la residencia Hyoudou en el barrio suburbano de Kouh, donde se encontraba la embajada de Alemania en japón.
Este muchacho estaba entusiasmado por ver a quien él consideraba como la mujer mas hermosa que ha conocido: Rias Gremory, su tía. Mujer de cabello carmesí, cuya belleza lograba ver a través de esas capas malhumoradas estrictas tan solo sobre su rostro, con un cuerpo de infarto a pesar de parir y lidiar con un hijo rebelde de trece.
―¡Ex, que clase de calificaciones son estas! ―los regaños de parte de su tía a su primo eran constantes en la casa Hyoudou y era común para el puberto, ver a su primo de mas de un año huir en medio de un regaño de su madre, a la calle―. ¡¿A donde piensas que vas?! ¡Vuelve aquí, niño irresponsable!
―¿Rias-obasan? ―la actitud estricta de su tía le perturbaba, pero eso no cambiaba su opinión que tenia de ella.
El pequeño castaño estaba de pie junto a su pariente que no dudo en fruncir el ceño mientras miraba la puerta abierta de la entrada de la casa que dejo su primo al escapar.
―Ese niño, es tan inmaduro. Idéntico a su padre realmente ―exclamo Rias estando de brazos cruzados, llevando encima su típica vestimenta como profesora de preparatoria. Una blusa de botones color blanco y encima un saco de profesor color negro, como una falda recta larga hasta las rodillas. Con tacones negros y llevando un par de gafas que había terminado necesitando tras comenzar su carrera profesional como docente―. Perdona lo que viste, Ikkun. Vamos adentro, al menos tu si eres un chico preocupado por tu futuro.
―Gracias, Oba-san ―se mostró nervioso, reaccionando tarde cuando miró a Rias a los ojos y no a su busto como siempre―. ¿Quieres que prepare un poco de té?
―Vaya, eres todo un caballero, Ikkun.
Cuando Rias dio su atención a su sobrino, lo miro con una genuina sonrisa y le pareció adorable la reacción roja que tuvo. Lo que ignoraba ella, era que no solo que su la veía hermosa por su rostro, parecía ignorarlo, pero su sobrino estaba en la pubertad. No solo le parecía una mujer hermosa, la veía mas que ser solamente familia; la veía como una mujer. Desviando sus ojos hacia las curvas que componían el cuerpo de Rias, su destacable pecho y sus atractiva cintura. A pesar de ser una mujer que ya dio a luz una vez, a sus treinta y tres años y aun seguía siendo una belleza definida.
Issei Gremory Lucifage era el nombre de este jovencito que ha venido hasta la casa de su tía bajo el pretexto de tomar clases de reforzamiento, una decisión que él tomo como una excusa para estar cerca de la mujer que le alborotaba las hormonas. Rias lo veía de forma inocente, ignorando por completo cierto detalle con él que ya ha dejado en el pasado. Su sobrino Issei es el ultimo hijo que tuvo su esposo con Grayfia, generado en los últimos días de su amorío que tenían ellos a espaldas de la carmesí. Sin embargo, ese secreto sigue guardado, de él y el de sus dos hermanas mayores.
Pero había algo que Rias desconocía de este jovencito, heredo la misma perversión de sus adulteros padres y lo conocería esa misma tarde.
A solas con su pariente en la sala de su casa, el joven castaño sentía la mirada malhumorada sobre él, como si de haber cometido un crimen se trataba.
―¿Tia? ―levanto la mirada con miedo, el ceño fruncido en la perfecta cara de la carmesí le infundía cuando ella acomodaba los lentes sobre sus ojos, su mirada firme mirando hacia el pasillo de entrada de su casa esperando que su hijo volviera por aquí con frente baja, pero no ocurría.
Paso de ser de una amable profesora a un mas estricta en sus primeros años como profesora en la academia de Kouh. Cansada de sentir las miradas pervertidas de sus alumnos en mayor potencia que las de su esposo, quien tras un nuevo ascenso en su trabajo se ha pasado los últimos cinco años viajando de ciudad en ciudad por casi todo el país supervisando todos los negocios de la empresa asentados en la nación, las caricias imparables que le prometió a su esposa en todo el matrimonio pronto se vio truncado, jurando Rias que las noches en las que el venía a casa y la tocaba eran contadas una vez cada quince días. Haciendo que Rias se volviese la mujer que es ahora.
―Al paso al que va Ex, se convertirá en una persona irresponsable. Siempre huyendo de los problemas en vez de enfrentarlos. Si tan solo Issei estuviese en casa en vez de tener que haber viajado a Kyoto por su trabajo, obligaría a Ex a dar la cara como se debe. Es tan distraído ―decía Rias, cerrando los ojos para acomodar sus anteojos de delgado armazón negro. Con temor en sus palabras pregunto si todo esta bien, sintió sobre su cara la estricta expresión en la cara de la carmesí―. ¿No piensas lo mismo, Ikkun?
―¡Si! Pienso lo mismo, Rias-obasan.
―Al menos tu no tienes nada que te distraiga al frente.
Puede que sea su inocencia, aunque tal solo pensó que fuese el momento adecuado para que cortara la linea entre que había entre él y su tía.
―Pues... ay algo que me distrae últimamente ―exclamo, cada palabra bajando mas la voz haciendo que su tía no le escuchase como debía.
―¿Que dijiste, Ikkun? Dilo fuerte y claro ―Rias sobre puso su rostro sobre la cara de su sobrino, sin remover la fruncida seña que traía. Lo veía tartamudear lleno de inseguridad labios mientras que sus ojos se perdían en alguna dirección que no fuese su cara―. ¿Porque estás tan nervioso? ¡Vamos solo dilo!
―...Yo ―es solo un niño.
―¡Te estoy esperando, Ikkun. Solo dilo! ―la pólvora fue echada al fuego y la carga que traía Issei Lucifage exploto. Le escucho gritar con todo pulmón: "Rias-obasan". Antes de sentir como su sobrino se abalanzo sobre ella y la derribaba contra el sofá con su rostro puesto sobre su escote, donde el joven Issei embarraba su rostro con la suave carne expuesta de Rias―. ¡¿Ikkun, que estas haciendo?!
―¡Oba-san, no puedo contenerme más, oba-san! ―se aferro a la carmesí cuando comenzaba a frotar su rostro en los pechos de su pariente, haciendo que los botones de su ropa se desabrocharan y se liberase el busto de Rias.
Su insistencia era persistente, sus manos se aferraban con fuerza al cuerpo de la esposa de Hyoudou, sin embargo ella no iba a tolerar tal acto indecoroso. Cual animal salvaje provocado, Rias se lo quito de encima con solo usar sus manos, una fuerza que sorprendió hasta a su sobrino, lo devolvió a su lugar dejándolo en un estado sorprendido, incapaz de moverse luego de provocar la furia de una diosa, el modo en el que sus ojos percibían a Rias.
―¡¿Que rayos estás haciendo?! ―le toco conocer la ira de su pariente. Intento cometer por la fuerza algo imperdonable, peor aun romper la línea que hay en una familia.
Rias no se percato de primera, pero tras levantar la voz con gran reproche, con una ligera brisa de aire pasando por sus firmes y altos valles, Rias noto los botones de su blusa abiertas, dejando que su sobrino Issei mirase por breves momentos, sus pechos protegidos unicamente por su sostén negro de encaje semi transparente. De inmediato subió sus manos a su busto y tras negar los echos recién ocurridos cruzando sus brazos para taparse, solo para cerrar su blusa, antes de confrontar al pequeño pervertido que era su sobrino.
»Estoy muy decepcionada, Ikkun. Pensé que eras una persona mejor.
De pie frente al puberto en la sala, Rias buscaba entre contactos de su celular a su hermano, un solo toque mas a la pantalla y estaba por llamarle. No quería ni mirarlo, pero lo tenia tan cerca y lo miraba tan decepcionado de si mismo
―¿Oba-san... Me odias? ―pregunto Ikkun, cosa que hizo a Rias sacudir sus ojos fuera de su dispositivo, para mirar adecuadamente a su sobrino que lloraba de arrepentimiento.
―¿Que es lo que dices? ―lo escucharía repetir la pregunta sin que pudiera levantar la cara por la vergüenza de sus actos―. No te odio Ikkun, pero hiciste algo que no puedo perdonar. ¿Que pretendías al arrojarte contra mi? Oye, mira cuando una persona te habla.
Se acerco a él y lo tomo de su mentón, levanto el rostro del joven Issei para que cruzaran sus miradas. Donde vio el arrepentimiento en sus ojos mientras que él vio la gentileza de su diosa perdonando su crimen.
Había una razón por la que Rias estaba dispuesta a ignorar lo ocurrido. Si llamaba a su hermano y le contaba lo ocurrido, podía arruinar la relación de Ikkun con toda su familia; por otro lado si lo dejaba ir, quien aseguraba de que no intentaría lo mismo pero por la fuerza contra ella en algún futuro o contra alguien. No quería devolverle el mismo trato que le hizo su esposo hace doce años, pero realmente podía hacerlo justificando con el pretexto de ayudar a su precoz sobrino bastardo.
»Escucha, no le diré nada de esto a tus padres, a cambio. No dirás nada de lo que pase.
No sabia si sentirse aliviado o ponerse mas tenso. Pregunto entonces que es lo que haría con él, mas no le dio una respuesta inmediata. Al final, su fallido cometido tuvo un resultado favorable con Rias volviendo a sentarse a su lado y escuchar de la carmesí diciendo que lo mejor es ayudarlo a tener esa experiencia que tanto lo tiene desesperado.
―Los pechos de Rias-obasan... por fin los estoy tocando los pechos desnudos de oba-san ―estaba atónito con sus manos puestas en los senos expuestos. La misma Rias había desabrochado su blusa y su saco, paso por encima de su sostén, sus enormes pechos.
―Supongo que ya estas feliz ―enrojecida se mostraba con lo que hacia por su sobrino, no podía mirarlo ahora, Rias.
―Bueno... la verdad es que ya se me puso así ―dijo dudoso Ikkun, dejo de tocar los pechos de su pariente y abrió la bragueta de su pantalón, dejando a su pariente impresionada cuando le mostró el pedazo de carne que se le había puesto dura tras pasar los últimos diez minutos tocando sus pechos―. Es algo que pasa cuando pienso mucho en la hermosa mujer que es Rias-obasan.
―¡Ikkun! ―los ojos de la carmesí se abrirían en asombro cuando su sobrino revelaría la vara de talla grande con la que nació.
¡Es enorme! Sonaría en los pensamientos de Rias al no poder mirar a otro lado cuando le enseñaría su pene. A pesar de ser tan joven todavía, su aparato se levantaba con la fuerza intimidante de un cobra lista para atacar, de una cabeza grande, larga y carnosa, pero adecuada a su edad.
Trato de mantener la cabeza fría, insertando en sus pensamientos la sola idea de estar haciendo esto por ayudar a su "sobrino". Con su esposo, Isse viajando constantemente yendo y viniendo, estando casi siempre ausente en casa ha dejado a Rias algo necesitada de contacto varonil. A pesar de recibir la promesa del castaño de saciar su pasión con ella cada que lo necesite, esperaba Rias vivir recibiendo mucho amor de su parte. Esa parte vacía en ella necesitaba saciarse, sin embargo no quería cometer tal error como su esposo lo hizo en el pasado.
Solo estás ayudando a Ikkun a lidiar con esto. Fue el pensamiento que apretó la pariente del jovencito cuando logro apartar la vista de la polla de este, cerrando los ojos y apretando fuerte para no verlo por un momento.
―Oba-san ―lo escucho llamarle luego de no decir ni una palabra durante un par de minutos en los que quedo impresionada. Logrando ver como su hombría de Ikkun palpito como si del movimiento previó de una cobra a punto de atacar a su presa, fuese.
―Esta bien ―contestaba sin animos―. Ven aquí, si quieres que te ayude con eso.
Agradeció a los cielos por el momento que se estaba presentando para Issei Lucifage. Recostado sobre el regazo de Rias, el no tan inocente jovencito podía poner sus labios en los pechos de la mujer que tantas sensaciones le provocaba solo verla. Cual bebe se tratará, se amamantaba de su seno derecho mientras que tenia una mano puesta en el seno izquierdo de Rias acariciando su pezón y estrujando con suavidad su carne.
Es idéntico a su padre, obsesionado con los pechos. Pensaba en el verdadero padre de Ikkun. A pesar de sentirse acomplejada, lo dejaba comerse sus pechos mientras que ella tenia en su mano el pene del castaño frotando con suave tacto para hacerlo disfrutar.
―Tus pechos, sus mas deliciosos de lo que pensé Rias-obasan ―lo escucho decir, notando que despejaba su boca, apenas para poder pronunciar las palabras y volver a acariciar su carne pronto.
―Por favor no digas esas cosas, esto es complicado para ―exclamo Rias, conteniendo la provocaciones que causaba el pequeño castaño a su cuerpo―, solo avisame cuando estés por venirte.
No podía tener los ojos cerrados todo el momento, llevaba mas de diez minutos dejando que chupara sus pechos de los que ya no salía leche materna, pero Ikkun le succionaba como si en algún momento consiguiera que lo hiciera. Abrió sus ojos y con dolor estuvo mirando la punta de su aparato por donde su mano izquierda le acariciaba, impregnando su mano en la fimosis previa que liberaba.
―Yo... ―lo escucho decir algo ―... ¡Yo, ya no voy poder aguantar más!
Esa era la señal, la señal tardía de parte de Ikkun, para cuando Rias volteo. Su mano pudo sentir como venia escalando la corrida que eyaculo en una fuerte liberación que la dejo boquiabierta. Como si de una explosión se tratara el esperma del jovencito castaño no solo mancho la mano de Rias, sino también llegaría a manchar su cara y sobre todo el mueble.
»Lo siento, no pude contenerme.
Diría Ikkun. Quito su mano de él y le pidió que se quitara de su lugar, para poner tomar una pañuelo para limpiarse adecuadamente.
―Supongo, que ya estás mejor ahora ―paso el papel higiénico bajo sus ojos, donde sentía parte del semen de su sobrino, manchando su rostro. Pero luego de acomodarse sus lentes que también se salpicaron, vio con miedo como la polla de muchacho que estaba ayudando, seguía en el mismo estado erecto―. Emm... ¿Ikkun?
―Oba-san ―de pie sobre su sofá, delante de Rias, le mostraba lo duro que aun la tenia.
Quería que lo ayudase con otra técnica justo cuando pensó que ya podía volver a abrocharse el sostén y la blusa. Mejor se la quito todo lo que tenia arriba de su cintura a excepción de sus lentes, volvió a sentarse en las almohadas de su sofá pero ahora iba a tener a Ikkun de pie, con sus piernas a los lados de ella para poner su aparato entre las tetas de la carmesí.
―Dios... no puedo creer que me hagas hacer esto, Ikkun ―la molestia en su cara, era lo que podía ver el joven castaño ahora que su pene por fin podía cumplir la fantasía de sentir los pechos de su tía a su alrededor, pero para Rias esto comenzaba a ser mucho, su molestia se veía en su rostro―. Vamos, date prisa y correte.
Rias podía ver la tonta expresión que hacia su sobrino, su boca semi abierta y su mejillas enrojecidas mientras trataba de resistir ante la técnica letal que le implementaba, la forma agresiva en la que la carmesí presionaba sus pechos. Lo que le parecía hipnótico era ver como su pene se perdía en sus grandes senos, apenas si logrando ver como la punta de su aparato se asomaba.
―¡Oba-san, tus pechos son los mejores! ―gritaría, antes de terminar viniéndose en el momento justo en que se asomo la punta de su polla fuera de los pechos de Rias, allí fue cuando ella se detuvo y el disparo que ejecuto Ikkun, fue igual de poderoso que el anterior―. ¡Lo siento, pero ya no lo resisto más!
En dirección a su rostro, la cara de Rias quedo pintada de blanca sin oportunidad de defenderse. Sus lentes quedaron manchados, su boca y toda su cara, hasta la raíz de su cabello de su frente quedo ensuciada. Solo esperaba que esta fuera el final.
―Pero que desastre hiciste en mi esta vez ―exclamo, sin embargo su voz a pesar de expresar su inconformidad también se noto como esta, bajaba―. ¿Como es que la sigas teniendo dura, Ikkun?
Parecía ser inevitable, resulto ser tan insistente como su padre. No podía detener las cosas aquí, entendió Rias que tenía terminar por completo con el problema de su sobrino a pesar de no comprender porque esta situación se ha presentado. ¿Porque él? Siempre pensó que algún hombre en la academia en la que era profesora intentaría acercarse en insinuación o tal vez un chico mas maduro de los que daba clases en la preparatoria. La sangre pervertida de su verdadero padre estaban floreciendo.
Rias lo hizo sentarse en el sofá de nuevo. Delante del pequeño Issei, se quito la ropa que le quedaba: su falda y las bragas rojas que traía en un juego desigual de lencería. Por fin se quitaría los tacones que llevo durante todo el día, lo que fue un alivio.
Ikkun no podía creer que estaba mirando por completo el cuerpo desnudo de la mujer de sus fantasías, su aparato no podía contener la emoción, pero la carmesí repudio esta la cara que atónita y boquiabierta de su sobrino que no parpadeaba.
Con la cara de disgusto visible en su rostro teniendo los brazos levantados con las manos detrás de su cabeza. Sus piernas juntas para hacer que los labios de su vagina pasaran desapercibidos y no totalmente estén a la vista.
»Grabate mi imagen en tu cabeza, porque después de esto jamás volverás a verlo.
Las palabras que salieron de boca de Rias fueron duras, pero justas. Nadie le aseguraba al joven castaño que un día se repetiría la misma historia de hoy.
―Oba-san... ―no pudo con la sensación de su polla siendo apretada por las paredes vaginales de la carmesí cuando esta se sentó sobre él y tuvo el control desde el comienzo, suaves y movimiento de adentro hacia fuera era con lo que le complacía―... estoy por correrme.
―¡Ni se te ocurra venirte ahora, tan solo estamos comenzando, Ikkun! ―la voz enojada de la carmesí podía engañarlo creyendo que no estaba sintiendo la misma emoción de placer que su sobrino estaba pasando. Encima de él la encontrabas, sus pechos aplastando la cara del pequeño castaño mientras mecía sus caderas―. Tienes que durar.
Pronto comenzó a arder la necesidad real de Rias de satisfacer su cuerpo, el mas reciente viaje de su esposo la ha dejado esperando por al menos tres semanas y eso para ella es demasiado.
Se dio la vuelta estando aun insertado la polla de Ikkun en su vagina, inclinando la espalda hacia adelante y con sus manos recargadas de la mesa de centro de la sala, el deleite visual que es ver el trasero de la carmesí devorando su aparato aplicando las leyes de movimiento de la energía cinética y potencial, escuchando el tenue sonido que se escurría de la boca de su pariente.
―Em... Oba-san ―que voz más hermosa era la que escuchaba, el suave rubor en sus mejillas cuando esta le miraba molesta.
―¿Que pasa, no me digas que ya vas a venirte? ―pregunto, a pesar de llevar su ceño fruncido en ese intento por ocultar su voz que le traicionaba―. ¡Oye, espera!
Puso sus manos en la cintura de Rias, sin desprender su hombría del agujero en el que la tenia puesta Ikkun se puso de pie sobre los asientos del sofá, tomo control y su pelvis comenzó a chocar contra el trasero de la carmesí mientras el joven castaño bajaba sus manos hasta estar sobre la blanda carne de su pariente.
―Perdoname, Rias-obasan... pero siempre soñé por este momento ―declaro Ikkun, apretó sus ojos y dejo que el impulso de sus deseos tomaran control―. ¡Siempre soñé en tener sexo con Rias-obasan!
El empuje al que la sometía era brusco cual salvaje animal, la falta de tacto reciente de parte de su esposo hizo suficiente para que Rias empezara a sentir satisfacción con el precoz de su ilegitimo sobrino. Ya no pudo simplemente recargarse de sus manos sobre la mesa, dejo caer su cuerpo y sus tetas quedaron embarradas sobre el cristal. La presión que ella misma ejercía sobre sus mamarias hacían que se vieran mas grandes de sus contornos.
―¡Controlate un poco Ikkun... estas siendo muy intenso! ―respondió con dificultad debido al orgasmo que sentía recorrer sus cuerpo.
El joven Issei no comprendía el porque la vagina de su tía estaba expulsando liquidos como si de exprimir un limón se tratara, pero esto hacia que las paredes de su interior apretaran mas fuerte alrededor de su pene. Sentía aproximarse al cielo y una hermosa ángel con cuernos la estaba llevando.
―No puedo controlar... Oba-san tu vagina esta apretando mucho mi pene... no voy a poder contenerme por mucho más tiempo.
A cada embestida que pasaba la voz de Rias comenzaba a hacerse mas fuerte y sincera en sus gemidos. Su interior era partido en dos con los salvajes empujes a los que la sometía.
―Esta bien... solo termina de una vez sino yo... yo ―se volvería loca, no pudo decirlo porque se quedaba sin voz al ritmo animal al que iban.
―¡Oba-san!
Aunque mordiera sus labios, el sonido de su orgasmo escapo de su boca desde la garganta cuando la esencia de su castaño sobrino se deslizo en ardiente pasión por su interior, su vagina lo abrazo con tanto cariño que no dejo que escapase ni una sola gota, tampoco su polla. No estaba bien, era su sobrino después de todo. No podía romper la línea como Issei lo hizo en el pasado con la madre de este niño.
Cumpliría su palabra que le hizo jurar a Ikkun, no habría segunda ocasión después de este momento.
»Oba-san, lo lamento. No pude contenerme.
Sabia que iba a decir luego de la ultima frase, así que mejor lo detuvo antes de dejarle un trauma sentimental ahora que lo despedía de su casa siendo ya de noche y que volviese con su hermano, Rias.
―Ikkun, detente ―aun con lo acontecido, seguía siendo la mujer firme y estricta que se formo, pero decidió alivianar el golpe que le estaba dando―. Eres mi sobrino y me alegra saber que eres un buen muchacho. Así es como deben ser las cosas, nada más.
El suave tacto de su mano despeinando su corte, fue suficiente para hacer que las lagrimas no salieran de sus ojos y en su lugar mostrará una sonrisa a pesar de la decepción. Y con esa sonrisa en la cara abrió sus brazos para envolver con ellos a la carmesí, no se espero esto de él. Su cabeza bajo sus pechos y sus manos apretando fuerte su cuerpo en la poca fuerza adolescente con la que nació. De no ser por el saco que traía encima de su blusa habría sentido la lagrima que si llego a brotar de su cara, su firme expresión se ablando con este gesto del pequeño castaño.
Solo unos segundos más tuvo su cara pegada bajo su pecho antes de levantar la cara y mirar a la carmesí, enorme sonrisa en su rostro y declaro―. Rias-obasan, eres la mejor mujer que conozco.
Puede que sea hijo de su esposo y su cuñada como el adiós dejado atrás a su aventura donde la engañaron, pero aun así tenía el mismo encanto y carisma del que se enamoro de su propio Issei.
―Yo también te quiero Ikkun, recuerda siempre eso.
Era mas parecido a su verdadero padre que al hijo que tenia Rias con él. Mejor era que nunca supiera quien era Ikkun en realidad, no podía perdonar su existencia pero si aceptarla después de todo.
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